Les tomó por sorpresa la renuncia de Acosta
La renuncia de Alberto Acosta es el desenlace de un juego político que empezó a mostrar evidencias desde hace varias semanas.
Y, siempre, un juego político está marcado por las reglas que imponen los indicadores de preferencias. En este caso concreto, de aquellos sondeos que los medios informaron sobre los resultados de aceptación de la opinión pública sobre el trabajo de la Asamblea Constituyente, en Montecristi.
Sobre la pregunta de: si aprueba o desaprueba el trabajo de la asamblea, las tendencias de las últimas encuestas marcaron una relación, para poner los pelos de punta a todos los integrantes del acuerdo que está a favor del gobierno de turno: mientras los puntos porcentuales de quienes responden que apoyan el trabajo de los asambleístas estuvo a la baja, los porcentajes de inconformidad subieron. El último dato, presentado esta misma semana fue de una diferencia de seis puntos; eso en estadística es bastante próximo a un empate técnico. Y en lenguaje que lo entiende todo el mundo: hay grandes probabilidades de un voto negativo a la Asamblea.
Claro, el texto no ha sido aún redactado ni se conocen los planteamientos que serán definitivos; pero los que han sido adelantados han despertado tanta y de toda clase de polémicas y sembrado dudas e intrigas sobre la validez y utilidad los propósitos finales.
Con esos indicadores quedarse en la presidencia, para Acosta significaba la quema inevitable, si tenía en mente aspiraciones políticas futuras, y aún considerando la posibilidad de una aprobación ciudadana al nuevo texto constitucional.
El primer paso ante estas circunstancias y coyuntura, para Acosta, fue marcar distancia de un Primer Mandatario obstinado en un discurso populista y propio de una contienda electoralista. Con insultos y bajos calificativos incluidos: para muestra, fue elocuente la cadena del pasado sábado en la que llamó al ex presidente Lucio Gutiérrez “care tuco”. “Yo jamás denigraría ni calificaría a una persona” declaró Acosta antes, en una clara alusión a los aspectos de forma que usa de manera reiterativa Rafael Correa. Las diferencias de estilo y de compostura son evidentes y, estas actitudes, de manera deliberada amplificadas por los medios llevaron al distanciamiento de la Presidencia de la Asamblea de la Presidencia de la República; las ausencias de Acosta a Montecristi, la más notoria el día en que Correa hizo la presentación de la emergencia agrícola por la crisis de mundial de alimentos. Los desenlaces la renuncia y el silencio. Las consecuencias inmediatas, imprevisibles. En un futuro mediato, quizá ¿Acosta presidenciable?
|