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  Linea Urbana
  Operación
 

La operación de Correa fue “perfecta”

 
Se cumplió bajo las sombras de la noche y la madrugada, con engaños y mentiras y con todos sus agentes entrenados en clases de actuación.
El último ensayo fue la noche del lunes en el Palacio de Carondelet, en donde, para asegurar el éxito del operativo, fue sustituido un actor que no quiso participar del sainete, por otra con experiencia acumulada en la clandestinidad.
 
La actuación fue soberbia, planeada desde cuando fueron secuestrados los bienes de los depositantes por la banca corrupta y los responsables parapetaron sus bienes tras centenares de empresas familiares, entre las cuales se contaban medios de comunicación, en particular de televisión y radio.
 
El operativo estuvo a punto de fracasar el viernes, cuando la información de las intenciones que perseguía el Gobierno con la AGD, y alertados en TC Televisión se conformó un comité de trabajadores. Eliminado el factor sorpresa, fue el momento de mostrar las clases de actuación: el Gobernador del Guayas aseguró que no planeaban intervenir en los canales de televisión y lo ratificó el presidente Correa el sábado al afirmar que con esos rumores y especulaciones ya le tenían hasta la coronilla.
 
El primer golpe fue de distracción, la clausura de radio Sucre, en Guayaquil, bajo pretextos de falta de cumplimientos técnicos con la Superintendencia de Telecomunicaciones. Y los definitivos fueron la madrugada del martes con policías apertrechados, armados; funcionarios protegidos con chalecos antibalas y camarógrafos y fotógrafos de prensa llamados a legitimar las operaciones.
 
Con el sigilo que les caracteriza los agentes de inteligencia saltaron los muros y verjas, amedrentaron a los pocos empleados de turno y se tomaron las instalaciones de Telecentro y Gamavisión, tanto en Quito como el Guayaquil, y de otras 195 empresas, comercios, yates, aviones, ingenios, en una “operación perfecta”, sin heridos ni muertos.
 
Por la mañana, a las 6h40 un horrible anuncio de la AGD se deslizaba en las pantallas de Ecuavisa y advertía los supuestos legales de la intervención que remataba con las garantías de estabilidad laboral a los trabajadores, la continuidad de la programación y de las actividades normales. Pero solo fue un anuncio, cuando en Gamavisión, Gozalo Ruiz se aprestaba a iniciar el noticiero de la mañana y precisamente con la noticia con la que abrieron todos los demás noticieros del país, vino la inmediata censura y la señal desapareció para dejar sobre las franjas de colores la palabra con la cual que mejor explicaba el momento: “CENSURADOS”.
 
Los actores continuaban sus representaciones: José Toledo, en su mejor actuación, intentaba convencer que como interventor de la AGD, denominado para el efecto “director de noticias” de los canales TC. Tlevisión, Gamavisión, Cablevisión y otro tanto número de radioemisoras, desarrollaría un trabajo “independiente”. Entrenado como ha estado Toledo en esta clase de actuaciones (Secretario de comunicación en el gobierno de Palacio) afirmó que su “responsabilidad es social” y que “como hombre le ha correspondido asumir decisiones”.
 
Con la operación el Gobierno de Correa se ha quitado de encima tres canales de televisión, radioemisoras, y con ellas las voces diversas, inconformes, opositoras; que en la actual coyuntura resultaban un riesgo para su campaña anticipada por el Sí, por un Sí a las resoluciones que se adoptan de manera apresurada y maratónica en Montecristi.
Lo que no se sabe es si esta “operación perfecta” le restará o incrementará puntos de popularidad y aceptación entre los ciudadanos, o, sí, por el contrario, terminará por sepultar las posibilidades a los otros actores que en Montecristi apuran un guión para impulsar una nueva Constitución.
 
 
 
Y los derechos de los que nadie habla
 
Alguien dijo, alguna vez, que los derechos estaban allí, (en algún lugar etéreo, ideal, abstracto) aunque nadie los respete. Al menos dos, de esos derechos: “la libertad de trabajo y la libertad de expresión” fueron conculcados en el operativo que la noche del lunes 7 de julio y madrugada del martes 8, cuando funcionarios de la AGD, con la fuerza pública, intervino e incautó 195 empresas, de las que se atribuye son propiedad de los Hermanos Isaías, ex banqueros, deudores del Estado.
 
Libertad de trabajo, sí porque cuando las políticas de las empresas o de las instituciones cambian; cambian también las relaciones laborales y de confianza y, con seguridad, algunos de los colaboradores son o se ven obligados a renunciar, ya sea por dignidad o los normales desafectos.
 
Libertad de expresión, también, y con mayores razones: pues no hay justificación para cerrar, incautar o intervenir los medios de comunicación, y precisamente, bajo este razonamiento elemental de respeto a la libertad de expresión la noche del lunes, la Asamblea de Montecristi se pronunció por dejar fuera del articulado la posibilidad de control del Estado sobre los medios de comunicación. Curiosamente esa misma noche se cumplían los operativos de intervención e incautación de bienes en Radio Sucre, TC. Televisión, Gamavisión y Cablevisión.
 
En las sociedades se celebra la creación de nuevos medios de comunicación, sea cual fuere su naturaleza y posición ideológica, porque se respeta y estima la pluralidad de pareceres y opiniones, y se respeta hasta los extremos desacuerdos en el pensamiento. Ese es un principio democrático universal por el cual se aborrecen las dictaduras, los autoritarismos y las imposiciones de la fuerza, y, además, se condenan los malos tratos, los abusos de autoridad y las violaciones de elementales derechos de convivencia.
 
Y en el otro extremo, las sociedades lamentan la desaparición, intervención o cierre de los medios de comunicación, porque con esas acciones se apagan las voces y las imágenes a las cuales estaban habituados a escucharlas y mirarlas, más aún si estas eran múltiples, diversas, y hasta descontentas o inconformes: eran las voces que los ciudadanos, en su elección libre, optaban por compartir o disentir.
 
Cuando los medios asumen una sola voz surge la sospecha, la intriga, la duda sobre sus propósitos. Las reacciones ante semejante escenario, en otros lugares, los ciudadanos optaron por dejar de escuchar o de mirar la televisión censurada, controlada y buscaron otras opciones, alternativas.
 
Los derechos y libertades, entonces, siguen allí, en ese imaginario colectivo, nada hará cambiar esa condición primera, sublime, digna, ni la reglamentación ni la fuerza, porque hay una pertenencia una lucha interna permanente en los hombres y mujeres, la de ser libres.
 
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