La diversidad en los juegos del poder
Descartes decía que “la única certeza es el pensar” y, al parecer, con tanta diversidad de pensamientos también me atrevo a decir que es la única manera en que el hombre alcanza a imaginar que es libre.
La vida humana es cultural manifestaba Heguel para explicar como se conjugan las ideas con la práctica, el pensamiento con la acción, el conocimiento con la realidad. Aquella manera de definir el idealismo como instrumento metodológico y critico; en esa necesidad de interpretar el tiempo como registro histórico de la humanidad, y entender la cultura como una totalidad de vida pensada.
Si la reflexión sobre la vida es la cultura esta premisa reconoce la existencia del ser social y de sus condiciones de libertad, entendida como la búsqueda constante de igualdad en la diversidad, de lo homogéneo en lo heterogéneo, de la particularidad en la amalgama de manifestaciones de la realidad.
Si en esa diversidad se producen los juegos de poder y si se reconoce que cada cultura desarrolla particulares maneras de ver el mundo; se crean dudas respecto a la validez del pensamiento universal; de aquel legado milenario llamado pensamiento occidental.
Y también entraría en duda la validez del pensamiento europeo y las tendencias de la reflexión en Latinoamérica sustentado en este. Si las palabras adquieren sentido en el uso del lenguaje, en su juego contextual, (Habermas) las culturas que se han mantenido invisibles o enmudecidas tienen razones para reclamar una ruptura epistemológica, para construir nuevas visiones del mundo, desde sus miradas particulares. –Wilson Gárate- |
